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Barcelona (EFE).- Los escritores Javier Cercas y Fernando Aramburu han protagonizado este Sant Jordi su particular duelo de titanes por las firmas, ambos luchando por llegar a tiempo a las convocatorias en las diferentes casetas ante la muchedumbre que dificultaba el traslado de un lugar a otro.
“Personas muy amables, buen tiempo, muchas firmas y me han regalado una flor, así que estoy encantado”, ha dicho Aramburu, quien reconocía que le había costado ir de un puesto a otro de firmas porque había una gran masa de gente, “pero me gusta que la gente ocupe las calles de manera pacífica por una razón tan noble como son los libros”, ha precisado.
Al ver que se retrasaba diez minutos, su compañero en la mesa de firmas y de sello editorial (Tusquets), Javier Cercas le reprochaba en broma: “Has sido capaz de llegar más tarde que yo”.
Cercas acababa de intercambiar palabras con un lector que le pedía que le firmara un ejemplar de Miguel de Unamuno, un escritor muy importante para el autor de “Soldados de Salamina” o “El impostor”.
El escritor valora mucho el contacto con los lectores porque “no hay literatura sin lectores, que son los que acaban los libros y cada lector lo acaba a su manera”.
Ha explicado Cercas el caso de “una joven de 18 años que se ha emocionado tanto que casi no podía hablar, que ha leído todos tus libros, que te dice que ha encontrado una casa porque ha leído tus libros y que quiere ser escritora y eso no deja de ser un milagro”.
Por su parte, la escritora Dolores Redondo, con colas kilométricas de lectores esperando que les firmara ejemplares de su último libro, “Esperando al diluvio”, ha dicho que esta fiesta es “impresionante”, un “baño de mociones y cariño” desde primera hora de la mañana y durante todo el día.
Además, este año, ha destacado a EFE, está feliz porque puede ver la sonrisa de sus lectores, ya que “la última vez que firmé este día todo el mundo iba con mascarilla”, ha recordado.
De blanco impoluto, con botas doradas, sabe que acabará la jornada con mucho cansancio, pero “eso siempre se quita con una buena ducha y durmiendo bien luego”.
En otra caseta, también atiende a sus lectores un veterano como Eduardo Mendoza, que con su estilográfica, dedica tanto “Transbordo en Moscú”, el último título que ha publicado, como “Sin noticias de Gurb”, de un lejano 1991.
Enrique Vila-Matas, rotulador en mano, va dibujando sus autógrafos en varias de sus novelas, aunque a Ferran, uno de sus incondicionales, le dice que la que más le gusta es la que acaba de publicar, “Montevideo”, “un libro muy especial para mí”, confiesa.
En declaraciones a EFE, rememora que, excepto en los dos últimos años, ha participado siempre en la fiesta de Sant Jordi, en la que “a veces me he divertido y en otras no lo he pasado tan bien, pero hoy sí está bien por poder volver a tener el contacto con los lectores”.
Con la misma ilusión ha afrontado Sant Jordi David Trueba, que sentía que se estaba haciendo mayor por haber tenido que “madrugar” y comenzar la jornada a las 9:30 horas, y se calificaba a sí mismo como “fondo de armario, corredor de fondo que siempre está en las firmas, a pesar de que no tenga una novedad”.
Para Trueba, Sant Jordi “va cada año cada vez más hacia el espectáculo” y recordaba con nostalgia que el año que firmó más fue cuando concurrió con “Cuatro amigos” y “Tierra de campos”, sobre todo con el primero, que “era la primera vez que venía y de manera inesperada se situó entre los más vendidos”.
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